diumenge, 4 de juliol del 2010

El cinquè - El quinto

Català Español  

Basado en el relato homónimo de Dani Morn, El quinto

Estaba nervioso. Me encontraba delante del portal de mi nueva casa con las llaves en la mano dispuesto a introducir una de ellas en el ojo de la cerradura. Ya había estado en el piso varias veces, había llevado y colocado todos los enseres que creía necesarios para tener una cómoda estancia pero esta vez iba a ser la primera noche que iba a dormir allí.

Por supuesto era de alquiler y apenas sesenta metros cuadrados pero era MI casa. Siempre soñé con mi primera casa y esto no se parecía en nada a los muros que mi mente había formado, pero la necesidad de tener mi propio refugio me hizo posponer ese sueño. Era un quinto piso situado en el centro de la ciudad, poca luz y un extraño olor rezumaba de los peldaños de madera de la escalera.

En pocos días adquirí la costumbre de fumarme un cigarrillo antes de acostarme, asomado al ventanuco que había a los pies de mi cama y que daba a una pequeña plaza donde los niños de los alrededores suelen jugar por la tarde. Raramente se veía pasar gente a esas horas.

Una noche, mientras cumplía mi ritual previo al sueño, escuché alguien tarareando una canción que me resultaba familiar, mis ojos divisaron rápidamente una figura barriendo la plaza de forma relajada, con un pitillo colgándole prácticamente de los labios. Él barrendero se encontraba casi debajo de mi balcón; no se cómo se dio cuenta de mi presencia, alzó la mirada hasta cruzarla con la mía, y sonriendo me hizo con su mano derecha el signo de la victoria, mientras aguantaba su escoba con la izquierda.
Apagué el cigarro y en ese breve instante, cuando volví a mirar el hombre había desaparecido.

La mañana siguiente me levanté como de costumbre, sobre las ocho de la mañana, para ir a trabajar. Al volver a casa, a media tarde, me fijé en un cartel que había al lado de los buzones en el que se anunciaba la fecha del funeral de una vecina que había fallecido esa madrugada. La había visto una vez en el portal e intercambiamos unas palabras; era muy joven por lo que pregunté a la portera la causa de la muerte.
− Se ve que le falló el corazón. – Me contestó.

Dos noches después durante mi acostumbrado cigarro nocturno, volví a oír la misma canción. Allí estaba el barrendero de nuevo. Se giró hacia mi y esta vez me hizo el signo del pulgar hacia arriba y el puño cerrado; yo le devolví el gesto. Aparté un momento la mirada de él y cuando volví a mirar ya no estaba.

El día siguiente era sábado y bajé a la calle al mediodía a hacer algo de compra cuando vi otro cartel que anunciaba el fallecimiento de otro vecino. La misma causa que la muerte de dos días antes. Un sudor frío me recorrió la espalda al darme cuenta de repente de un detalle: el fallecido vivía en el primer piso. Rápidamente fui a casa de la portera y le pregunté el piso de la vecina fallecida.
− El segundo. − Me dijo.

Durante tres meses no me asomé a esa ventana.

Esta noche salí con unos amigos a tomar unas copas y al volver a casa, algo embriagado, repetí inconscientemente el rito que suspendí durante los últimos tres meses. Y ahí estaba el barrendero una vez más, con su colilla pegada a los labios, como si me hubiera estado esperando durante todo este tiempo, tarareando aquella maldita canción que tanto me sonaba y que no podía situar. Me quedé paralizado. Quise darme la vuelta, pero fui incapaz. Apreté las manos en el alfeizar de la ventana y cerré los ojos, pero algo en mi interior me forzó a abrirlos y ahí estaba él… mirándome con su sonrisa cómplice. Me saludaba con la palma de su mano abierta. Súbitamente recordé dónde había oído aquella canción: fue el día que murió mi padre, cuando tan sólo tenía cuatro años. Él la estaba cantando cuando de pronto sufrió un ataque al corazón que acabó con su vida. Sus estertóreas palabras hablaban de un barrendero, nadie las supo interpretar y todos pensaron que eran fruto del delirio.

Escribo estas líneas para que todo el mundo conozca mi sufrimiento. Me duele el pecho y mi mano izquierda se paraliza… no puedo seguir sujetando la pluma… creo que ha llegado mi hora.

5 comentaris:

FEBE ha dit...

Me a encantado, es el estilo que ami me gusta de relatos y la verdad, es que estas historias me siguen abrumando, genial.

Wambas ha dit...

Muchas gracias Febe, de parte mía y sobretodo de parte de Dani, que es el verdadero autor de este relato, yo lo he copiado y he cambiado alguna cosilla para darle mi toque personal (sin pretender mejorarlo, que conste).
Por favor, si dispones de un rato, entra en su blog:

http://carodiario.blogia.com/

Allí podrás leer el relato original. Un abrazo

M.TeReSa ha dit...

M´ha agradat, comtambe m´ha agradat el teu nou look, genial!!!
un petoanssssssssssss

Wambas ha dit...

Moltes gràcies M. Teresa. A mi no m'acaba de convèncer la columna de la dreta, massa opaca, però per la resta em va enganxar la plantilla aquesta.
Un altre petonas de tornada

Mireia.viatge365 ha dit...

JOlines, a mi me estremece el juego de manos del barrendero.

A mi la plantilla m'agrada però estic d'acord amb que li falla la columna dreta... costa de llegir!!!

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