divendres, 27 de febrer del 2009

El blog fantasma

DESESPERACIÓN...es la palabra exacta para definir mi estado.
Sin saber cómo, me había convertido en un adicto seguidor de aquel blog, que ahora no era más que un espacio sin vida, un blog fantasma.
Había entrado un día, casi sin querer, porque su autor había dejado un interesante comentario a un post colgado en otro blog, del cual yo era asiduo seguidor. En poco tiempo, me enganché a los posts que se me descubrían día a día en este nuevo diario virtual. Sus palabras, sus imágenes, los comentarios, todo en él era especial. El autor, ingeniosamente, había querido que todos aquellos que lo seguíamos diariamente, participáramos directamente en su elaboración, con lo que no era un blog de una persona en concreto, sino que era el blog de todos aquellos que queríamos colaborar. Nos habíamos convertido en una comunidad virtual que cooperaba en la construcción de ese espacio común, bajo la batuta de un director. No sólo podíamos dejar nuestros comentarios, los cuales eran discutidos entre todos como en un auténtico foro, sino que además podías enviar al autor una opinión, un cuento, una foto, un dibujo,...todo aquello que se te ocurriese, que él, de forma magistral, añadiría aquel elemento a un collage, en el cual reuniría todas aquellas piezas que le llegasen de sus seguidores, creando en un solo post, el de todos, un post global.
Pero de un día para otro, y de esto ya hace seis meses, la cuenta de correo electrónico, que el autor había compartido para que le hiciésemos llegar nuestras propuestas, había dejado de funcionar; un mensaje nos informaba de que nuestros correos no iban a ser recibidos por nadie. El blog dejó de actualizarse. Nadie conocía la verdadera identidad del autor, no pudimos contactar con él, ni saber qué historia personal le había llevado a dejarnos abandonados a todos aquellos que necesitábamos de ese espacio cada día para sentirnos vivos.
Desde entonces no he dejado de acceder al blog cada día, y cada vez que lo hago, se me muestra la misma página, aquella en que el autor se despide de nosotros con un “Hasta mañana”.

divendres, 20 de febrer del 2009

Los balcanes

Hace unos días, con motivo de la búsqueda de datos para situar a mi gran visir Lupu en una mezquita de Sarajevo en pleno siglo XVI, estuve haciendo un repaso de mi blog del viaje a los Balcanes del último verano. Es ahora, seis meses después, justo cuando está suficientemente lejos como para sentir nostalgia, y suficientemente cerca como para recordarlo perfectamente, el momento oportuno para hacer una valoración.

Quien haya leido mis relatos, esos pocos lectores a los que agradezco su paciencia y su coraje, quizás se habrá dado cuenta que más de una vez he situado mis historias en ese punto del globo. La península balcánica es una tierra que me ha llamado la atención desde siempre, y cuanto más sé de ella más me siento atraido por su historia. Comencé a indagar y me di cuenta que ese territorio no ha dejado de sufrir disputas bélicas en miles de años. Romanos, eslavos, turcos, húngaros, austriacos, rusos, la alemania nazi y la italia fascista. Todos estos paises han tenido en los Balcanes un constante campo de batalla, y si no, entre sus propios pueblos han intentado exterminarse cientos de veces.
Durante la segunda guerra mundial, el croata Ante Pavelic se unió a las potencias del eje para, con ayuda de estos, exterminar serbios, gitanos y comunistas. Cuando Josip Tito, el general partisano, consiguió echar a alemanes e italianos del antiguo reino de los eslavos del sur (traducción de Yugoslavia), machacó a todos aquellos que habían ayudado a Pavelic, y también a los que lo habían combatido desde el bando de los chetniks, los nacionalistas serbios monárquicos. Estableció una paz que duró más de cuarenta años, intentando alejarse de la influencia de la Unión Soviética y mantener una homogeneidad entre las diferentes federaciones que formaban la República Federal de Yugoslavia, aunque cometió el error de olvidarse de Kosovo, una zona autónoma que mantuvo dentro de la federación serbia aunque su población era mayoritariamente albanesa, muy pobre y de religión musulmana (Albania era un estado oficialmente ateo en la época del comunismo de Enver Hodza). Ese error, a su muerte, dio lugar al estallido de las diferentes guerras que se produjeron a principios de los noventa en ese pais. Un efecto dominó que devolvió a Europa a las sombras de la segunda guerra mundial...y a sufrir la misma vergüenza que había sufrido cincuenta años antes.
Recuerdo ver las imágenes de las bombas cayendo sobre Sarajevo, los muertos en sus mercados, en sus colas del pan y del agua, y pensar inconscientemente que Bosnia quedaba muy lejos de aquí, pero con el tiempo piensas: ¿y si algún día se diese un hecho así en España?, ¿vendrían a socorrernos y poner paz desde fuera?, ¿o dejarían que nos matásemos hasta que ya no nos quedase dinero con el que pagar las armas y las balas, tal como pasó en aquel momento?, estoy seguro que, desgraciadamente, oiríamos muchas voces de apoyo moral pero nadie movería un dedo por evitar la muerte de los civiles que, sin beberlo ni comerlo, se hallaran atrapados en ese infierno.
Todos estos recuerdos, no hace mucho, me hicieron pensar en la posibilidad de comenzar una novela que hablase sobre Sarajevo, la que muchos llaman la segunda Jerusalem. En esa ciudad conviven ortodoxos, católicos, musulmanes, judíos y viejos comunistas pro-Tito a los que doy por ateos. No sé si sabreis, mis queridos lectores, que allí habita una gran comunidad judía de origen sefardí, es decir, son los descendientes de aquellos judíos que nuestros santos reyes católicos expulsaron en 1492 como si fueran perros. Y con los musulmanes también se da una gran curiosidad: el dominio turco no obligó a la población a convertirse al islam, pero sin embargo, aquellos que querían conservar su religión sufrían una carga muy elevada de impuestos y de deberes para sustentar el ejército de la Sublime Puerta, el Imperio Otomano. El caso es que la mayoría de los cristianos que vivían en Bosnia pertenecían a la secta de los Bogomiles, muy parecida en sus ideas a los cátaros franceses; al estar poco influenciados por católicos y ortodoxos, no se lo pensaron dos veces y prefirieron abrazar las ventajas de la religión del profeta Mahoma.
La visita a Sarajevo no me defraudó para nada, y me gustaría poder volver pero empapándome más de la vida diaria, poder comunicarme mejor que con mis cuatro palabras de bosnio ( o serbo-croata, o como se llame el idioma que se habla en Bosnia Hercegovina). Fue fantástico pasear por Bascarsija, el casco antiguo de la ciudad, probar el cevapcici, ver sus mezquitas, su catedral católica, la ortodoxa.
También fue interesante comprobar que los serbios no son monstruos que atacan a la gente sin una razón, si no que, como en cualquier pais, las ideas y las creencias dividen a la población, y mientras algunos tratan de defenderlas respetando a los que no son como ellos, siempre habrá gente cruel y malvada, en cualquiera de los bandos, que antepongan el causar dolor a cualquier otro objetivo.
Es un viaje que te enseña claramente que el que no piensa como tú no tiene por qué ser tu enemigo, y que muchas veces a éste lo encontrarás en tus propias filas, avergonzándote de su comportamiento. Prefiero un enemigo al que respeto que no a un aliado que me avergüenza.

Las cicatrices aún no están cerradas en los Balcanes, y no creo que lo estén nunca. Supongo que habrá periodos de buena convivencia y otros periodos de tensión, como siempre pasará entre vecinos. Sólo confío en que nunca vuelva a ocurrir lo que sucedió hace casi veinte años.

Para quien le pueda interesar, aquí dejo un link a mi blog del viaje de Los Balcanes 2008.

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